Hola soy Miguel Mc Brian y sufro bullying desde los seis. La cosa no mejoró cuando fui seleccionado para cantar en VHF un cover de los The Bee Gees. ¿El motivo? Ser el único del coro del colegio que todavía no había mordido al hermano Quasi, aunque esto no fue por respeto sino por precaución epidémica. La grabación quedó bien, pero la TV fue una experiencia horrible incluyendo ser perseguido entre bambalinas para recibir los excesos de cariño de un ventrílocuo moreno del que me zafé simulando estar poseído profiriendo todo tipo de maldiciones satánicas mientras echaba espuma de petazetas por la boca. Azuzado por mi desesperación y la moderna pedagogía, un bienintencionado docente me recomendó escribir los apodos de mis maltratadores en hojas de cuaderno para después atizarles nominalmente con las patas de las sillas que se iban rompiendo bajo el peso de la historia y las grasas saturadas que irrumpían en los economatos de la época. Aunque esto no sirviera para calmar mi atormentada psique, me introdujo en el maravilloso mundo del ritmo, razón por la cual siempre estaré muy agradecido a mi profesor, a quien, aunque no vaya nunca a visitarle, le envío periódicamente tabaco a su residencia de Estremera. Tomé clases, pero nunca fui bueno para esto. Mi profesor de batería me decía que mi estilo era cromático y asíncrono, propio del Jazz fusion. Es decir, que era una basura con más arritmia que el tío calambres, incapaz de seguir ningún metrónomo. Pero hete aquí que la improbabilidad periódica de mis secuencias sonoras produjo una alteración en el continuo del espacio-tiempo ya que yo era capaz de generar beats aleatorios desafiando las leyes de la física y la puericultura. Esto supuso una ruptura de la cúpula multidimensional magnética que rodea la Tierra y me hizo entrar en contacto con seres extradimensionales, principalmente de Móstoles pero también algunos de Alcorcón. Su plan era sencillo: hacer explotar nuestro universo para consumir de esta manera toda nuestra energía canalizándola hacia el suyo a través de una tubería cuántica de poliuretano. A cambio, ellos me ofrecieron experimentar todo tipo de placeres y experiencias mentales inefables, trato al que accedí gustoso. En la época en la que a lo más que se podía aspirar era a una litrona de Mahou y un paquete de ducados, yo era capaz de conectar con Hathor en formas que ni Janis Joplin ni Ozzy Osbourne hubieran imaginado. Como coartada probé en distintas bandas hasta hasta que encontré la perfecta para mí: ritmos rápidos en los que disimular mis mensajes al cosmos y unos compañeros como cabras: Iron-Mad. Tengo en común con el CERN en que ambos tenemos la capacidad de destruir el cono de luz del universo conocido, con la diferencia que ellos van muy lentos y yo ya lo estoy consiguiendo. Si quieres comprobarlo vente el 11 de mayo a Monsters of Metal: Judas Resurrection + Iron Mad 🎸 en la sala Revi Live, niños gratis. Entradas en https://www.bipbipticket.com/home/monsters-of-metal